24 de septiembre de 2007

LA NOCHE EN NEGRO

La noche en blanco madrileña puso al descubierto varias cosas: La primera de ellas y la más importante es que el arte no es un fenómeno de masas, sino algo más íntimo. Por mucho que iniciativas como ésta intenten acercar el arte y la ciudad a los ciudadanos, a éstos lo único que les mueve es la fiesta, y si es gratis, mejor. Así el Matadero se convirtió el sábado por la noche en un macrobotellón patrocinado por la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. Menuda paradoja. Imagino que eso debió pensar el alcalde Gallardón mientras recibía todo tipo de pitos e insultos en su visita a Legazpi. (Sin duda el más gracioso y menos ofensivo de los que pudo escuchar fue: ¡Alberto, coño, depílate las cejas ya!) La línea 3 de metro estaba a eso de las doce de la madrugada atestada de gente ebria, enlatados como sardinas, vociferando vítores, y con cubatas y cervezas en mano, dirigiéndose cual rebaño con cencerro a su matadero.

El segundo punto importante que merece una atenta mirada por parte de las autoridades pertinentes es la falta de organización. Colas kilométricas, transportes escasos, falta de señalización para los escenarios y espacios, y para colmo de la falta de previsiones, los agentes que trataban de controlar a las hordas desbocadas se vieron totalmente desbordados obligadando a cerrar las puertas y como consecuencia los últimos actos lúdico-festivos (los dj´s). Mucho tienen que mejorar si quieren organizar los JJ. OO.

El resultado personal fue que me tuve que marchar encabronado sin ver la actuación de mis queridos chingados de los Nuevos Ricos, y preguntándome las causas por las que iniciativas de este tipo siempre están condenadas al más sonoro fracaso. Para mí que la culpa de todo la tienen los DJ´s.

17 de septiembre de 2007

JESSIE & TOBY


El destino, por un lado, y la ciudad de Berlín, por otro, han unido a estos dos músicos americanos de altura, y México D. F. ha puesto el escenario para la grabación de su primera maqueta. El resultado no es el esperado, sino que se encuentra muy por encima de lo que creíamos muchos de sus fieles. Algo que suena a otra época dorada, y reivindica las raíces musicales como fuente de inspiración para hacer algo nuevo.

Pop, psicodelía, cabaret, punk, rollito africano, jazz, todo junto pero por separado; nuevo pero que suena a viejo, ¿les puede poner más? A continuación les presento a los culpables de esta excursión sonora:

Jessie Evans, californiana, pone la voz, toca el saxo y las maracas, se dio a conocer hace unos cinco años con The Vanishing, grupo que puso al underground berlinés patas arriba, y que al mismo tiempo sirvió de epitafio. Jesse, lo más parecido a Siouxie que ha visto madre moderna, formó a continuación Autonervous con Bettina Koster, líder de las imprescindibles Malaria, grupo alemán de los ochenta.

Tobby Dammit, natural de algún estado sureño, toca la batería y las maracas rumberas. Su CV es de los que quita el hipo: con Iggy Pop, como músico a sueldo, integrante del grupo neoyorquino Swans, y fantástico productor para Bertrand Burgalat y su sello Tricatel, son algunos de sus avales.

El caballero sureño con cara afable y la nueva Josephine Baker son los abanderados del nuevo cabaret con caja de ritmos, y de momento ya se han clasificado para la Champions antes que nadie y con solo tres temas. La audiencia se manifiesta a gritos: "Queremos más".

A mí me ponen mucho. ¿Y a ti?

9 de septiembre de 2007

FUERA DE CONTROL


Tras este obligado y necesario parón estival (que muchos suponían definitivo), Pintón está otra vez aquí, de vuelta en su rincón. En este caluroso mes de la rentreé, Madrid arde en fiesta y la gente bronceadita (menos los muchos que se han ido a Berlín de vacaciones) con renovadas expectativas ante la nueva temporada. Y es que para muchos los años cronológicos no significan tanto, y nuestro verdadero ritmo del tiempo se mide por temporadas que empiezan en septiembre, como el colegio y la liga de fútbol, y acaban... cuando se pueda, antes del aburguesado mes de vacaciones.
Y para mi rentreé, voy a hablar de la alegría mayor de la huerta del mundo del rock, es decir, del suicida Ian Curtis, líder de los añorados Joy Division, uno de mis grupos de cabecera. El motivo no se otro que el próximo estreno del biopic sobre su vida, Control, dirigido por Anton Corbijn y protagonizado por el desconocido Sam Riley y Samantha Morton, que espera convertir, para los que todavía no lo es, en mito contemporáneo al genial compositor inglés.
Aprovechando el tirón de los biopic de estrellas del rock que iniciara ya hace unos años Gus Van Sant con Last Days, el neófito director Corbijn, fotógrafo oficial de Depeche Mode y U2, bucea en la vida sentimental del cantante de voz magnética y belleza angelical, con el frío y lúgubre Manchester como telón de fondo, para intentar acercarnos a la mente del joven de 23 años que decidió poner fin a su vida cuando empezaba a triunfar.
Sombrío y frágil, lacónico y conciso, Ian Curtis se suicidió en la cocina de su casa el 18 de mayo de 1980 después de ver una de sus películas favoritas(Stroszek del gran W. Herzog) y mientras escuchaba el disco The Idiot de I. Pop, convirtiéndose en el mártir del movimiento new wave que jamás envejecerá. La película no se limita a contar la banal historia de adulterio que muchos apuntaron como el principal motivo del suicidio. Ian, casado con Deborah y padre de una niña, había tenido una relación con una periodista belga.
Escuchar esa voz perdida mientras canta Transmissión en el limbo de una Inglaterra desolada, en un viaje vertiginoso al bordo del abismo, es suficiente para nuestra felicidad de melómanos. Más que un cadáver desenterrado, Ian Curtis deviene en la piel de Sam Riley el fantasma elegante y atormentado que siempre fue.